Lectura orante del Evangelio: Juan 20,19-23
"Me dijo el Señor: Haz
lo que es en ti y déjame tú a Mí y no te inquietes por nada; goza del bien que
te ha sido dado, que es muy grande; mi Padre se deleita contigo y el Espíritu
Santo te ama (Relación 13).
Jesús se puso en medio y les dijo: ‘Paz a vosotros’. La oración es dejar que
Jesús se ponga en medio de nosotros, en el centro de nuestro corazón. Así
comienza una historia sorprendente de derroche, ¡tan amigo es Jesús de dar y
darse por entero! Jesús nos da su Espíritu, torrente de paz que vence los
miedos. Ensancha nuestro corazón y nos encomienda orar y trabajar por la paz,
el diálogo y la reconciliación. “Construir la paz es difícil, pero vivir sin
ella es un tormento… que nadie instrumentalice el nombre de Dios para la
violencia” (Papa Francisco). La oración es don y tarea. Danos, Señor Jesús, el don del Espíritu. ¡Espíritu Santo!, aquí tienes
nuestras manos para crear puentes y saludar a las gentes con la paz.
Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. La
alegría de Jesús es llenar nuestros vacíos con el Espíritu, darle plenitud a
nuestra vida. María, la llena de Espíritu, nos muestra el camino. El Espíritu
Santo es una fuente de alegría en la hondura de nuestro pozo. ¡Dichosos los que
oyen su murmullo! El fracaso lo cambia en fecundidad, la
sequedad en huerto regado, la siembra en cosecha abundante. Si nos dejamos acompañar
por Él, nos contagia su alegría de ver a Jesús, de estar y caminar con Él. El
Espíritu llena nuestra boca de cantares, une nuestra voz a la de tantos
hermanos y hermanas de la humanidad para entonar cada día un canto de alabanza
a Jesús, el Señor. “La alegría, la oración de alabanza, nos hace fecundos”
(Papa Francisco). Ven, Espíritu Santo,
fuente inagotable de alegría. Ven, Espíritu Santo, bondad que curas las
heridas, fuerza que empujas a servir a los pobres. ¡Ven!
Exhaló su aliento sobre ellos. Visualizamos a Jesús,
que está soplando el aire del Espíritu sobre nosotros. Con este gesto, tan de
amigo, comparte con nosotros el viento que le ha acompañado por los caminos
invitándole siempre a moverse en la dirección de las bienaventuranzas. El
Espíritu mueve nuestra vida para iniciar la danza del seguimiento de Jesús, la
vuelve ágil para salir a la calle y anunciar la ternura del Padre, la libera de
tantos miedos que la sofocan, la introduce en la fiesta de la comunión:
¡caminar juntos, rezar juntos, trabajar juntos! El Espíritu, en su aspirar
sabroso, delicadamente nos enamora de Jesús, nos empuja a servir a los pobres. Ven, Espíritu Santo, enciende en nosotros el
amor. .
Recibid el Espíritu Santo. La paz, el viento, la
alegría, son el Espíritu. La luz, los dones, el consuelo, son el Espíritu. La
presencia en el alma, el agua que riega la tierra, la salud que cura a los
enfermos, son el Espíritu. La vida, la ternura, el anuncio misionero, son el
Espíritu. El perdón, la reconciliación, la oración, son frutos del Espíritu. La
interioridad, la creatividad, la comunión, son manifestación del Espíritu. La
voz que susurra en nosotros Abbá, la confesión de Jesús como Señor, la danza de
la gracia con la música del amor, son del Espíritu. ‘Recibid el Espíritu
Santo’, nos dice Jesús. A nosotros nos toca abrir el corazón y dejarle entrar
para que viva siempre con nosotros. Gracias,
Espíritu Santo, por unirte a nosotros. Amén. Aleluya. Gloria a ti, Espíritu
Santo. ¡Qué alegría vivir contigo! ¡Aleluya!
¡Feliz Pascua!
- junio de 2014
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